Plan Bolonia y la mercantilización de la Universidad

domingo, 18 de octubre de 2009 en 17:52

Está claro que el plan Bolonia tiene puntos muy positivos que ya conocemos. La necesidad de crear un espacio universitario común, urge para continuar con la construcción europea. Eliminar las barreras académicas, es un paso necesario y coherente con el proceso de globalización. El hecho de que un universitario, pueda moverse y estudiar una carrera, en cualquier universidad europea sin tener problema de convalidaciones, y el hecho de que su título universitario, sea aceptado en todo el territorio europeo, no puede entenderse de otra forma, que como un avance necesario. También como un principio de reforma universitaria, que también entendemos como inevitable. Algunos, incluso estarán de acuerdo, en que la entrada de capital privado en las universidades, es necesaria para realizar una enseñanza de calidad, donde existan además mayores recursos para la investigación.

El debate y la información, que normalmente se ofrece sobre el plan Bolonia giran siempre en el entorno de estas necesidades. Por otro lado, las únicas críticas que vamos a escuchar sobre el plan en la mayoría de medios, van a ser sobre su aplicación, o sobre la falta de información, que sobre él se ha dado tanto a los estudiantes, como a la sociedad en general. Queda fuera de discusión, el abrir un proceso de reflexión y de debate en que todos los afectados participen de le elaboración de este plan. El plan está aceptado, y firmado, y solo podremos hablar sobre su aplicabilidad, o sobre el proceso informativo que hay que llevar a cabo. Una vez más, el debate se encierra en un marco preestablecido, en el que, los que no se adhieran al marco, serán acusados de ser antisistema, o de entorpecer el proceso de construcción europea.


Lo cierto es que el plan Bolonia tiene más sombras que luces, y que la información que se da al respecto, nunca incluye los puntos más ásperos, y los aspectos más oscuros, que este plan aportará al futuro de las universidades europeas.

Para tratar de conocer un poco mejor el plan Bolonia, debemos prestar primero, atención a sus raíces. La declaración de Bolonia de 1998, que sienta las bases de las EEES (Espacio Europeo para la Enseñanza Superior), tiene su origen en un informe presentado en 1995, por la Mesa Redonda de Industriales europeos, ERT. En el post anterior, ya comentamos que es la ERT, y la enorme influencia que tiene en el diseño de la legislación europea, así que no voy alargarme en describir, al mayor grupo de presión de la Unión.

El objetivo de este informe era, presentar la visión de los empresarios respecto a cómo ellos creen que los procesos de educación y aprendizaje en su conjunto, pueden adaptarse para responder, de una manera más efectiva, a los retos económicos y sociales de nuestra era. La ERT esperaba que con este informe, “ayudará” a provocar los urgentes cambios, que en su opinión, necesitaba la educación universitaria.

Tres años más tarde se realizaría la declaración de Bolonia, previa al proceso de Bolonia, que se aprobaría con la mayoría de las recomendaciones y aspiraciones, que la ERT exponía en su informe.

La reforma universitaria, es una reforma fundamentalmente económica, que pone la universidad al servicio de la empresa privada, con más intereses en formar a futuros trabajadores, que en formar a personas. Un plan para adaptar las enseñanzas universitarias, a las necesidades del mercado.

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Entre otras medidas, al que el plan Bolonia está fuertemente ligado, está la necesidad imperiosa, dictada por la Unión Europea, de intentar conseguir que las universidades tengan déficit cero. Es decir, que las universidades públicas no cuesten dinero al estado. Este proceso que ya hemos vivido en otras áreas estratégicas del estado, con las privatizaciones en el área de transportes, energía, o bienes básicos como el agua, añadido a los procesos abiertos (como el de la comunidad de Madrid), de privatizar el sector sanitario, se pretende extender ahora al marco universitario. Para conseguir el objetivo de coste cero, al estado le quedan pocas alternativas más, que iniciar un proceso camuflado de privatización. A las medidas necesarias para disminuir los costes, habrá que añadir la entrada de capital privado a fin de llegar al déficit cero. Para la disminución de costes, al estado no le quedará otro remedio que disminuir los recursos para la investigación, y becas, (que a partir de ese momento serán prestamos ofrecidos por entidades bancarias a reintegrar al finalizar los estudios), así como aumentar el costo de matriculación, por ejemplo.

Por otro lado, el plan Bolonia, crea la necesidad del estudio de postgrado y másteres, a fin de poder entrar en el mercado laboral, ya que con la licenciatura, que a partir de ese momento podremos nombrar grado, no será suficiente para ejercer la profesión que uno haya decidido estudiar.


Fuente, http://jackvolter.wordpress.com/2009/03/

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